En el cultivo de camarón, al igual que en el mar, se interrelacionan distintos elementos químicos que influyen en el desempeño del camarón. Estos valores varían en cada región, producto de múltiples factores ambientales.
Algunos de estos elementos, como el calcio, sodio, potasio y cloruro son conocidos como iones. Sus concentraciones dependen del tipo, cantidad y solubilidad en el agua. Inclusive, el clima, los minerales y formaciones geológicas con las que ha interactuado el agua de la camaronera influirán en los iones existentes.
Para un óptimo desenvolvimiento del camarón, o cualquier animal acuático, debemos garantizar un equilibrio de estos elementos. Es lo que conocemos como balance iónico.
La composición iónica y la salinidad del agua pueden variar ampliamente entre sitios.
Por lo tanto, en algunas regiones, las fuentes de agua natural de baja salinidad no son aptas para el uso directo en cultivos de camarón. En algunos casos se debe a niveles muy bajos de algún ión, ya sea potasio, magnesio u otro. En otras ocasiones, debido a desviaciones amplias en el balance iónico del agua, que limitan el desarrollo de los cultivos de camarón.
Consecuencias de un desequilibrio iónico
Las proporciones equivalentes de cada ión pueden variar. Aunque en líneas generales un camarón puede desenvolverse en un rango amplio de concentraciones iónicas, estrechamente interrelacionadas.
Veamos un ejemplo de acciones y reacciones en el agua. La alcalinidad, como sabemos, es necesaria para proporcionar carbono inorgánico a las plantas acuáticas. Con la alcalinidad y el calcio se amortigua el agua del aumento de pH, resultante de la eliminación del dióxido de carbono y el bicarbonato del agua en la fotosíntesis.
A través del encalado se aumentan las concentraciones de alcalinidad, pero la concentración de calcio y la dureza del calcio también se pueden aumentar con la aplicación de sulfato de calcio. La modificación de estos iones puede darse por distintas vías, siempre y cuando haya una medición y conocimiento de las variables.
Por lo tanto, es necesario planificar, especialmente ante cambios drásticos ambientales. Como hemos mencionado anteriormente, la lluvia es un ejemplo clave en variaciones químicas del agua y, por lo tanto, iónicas, ya que los valores se alteran debido al desbordamiento. Por lo general, los estanques deben tratarse dos o tres veces después de las lluvias.
Pero, ¿de qué manera puede alterarse? Las bajas concentraciones de potasio, y ocasionalmente de magnesio, pueden afectar negativamente la supervivencia y el crecimiento de los camarones en aguas de baja salinidad.
Al respecto, los crustáceos requieren minerales para mantener el metabolismo basal y el crecimiento. Esto se debe a que los minerales solubles son constituyentes de tejidos y cofactores enzimáticos. A su vez, juegan un papel en el metabolismo de lípidos, proteínas y carbohidratos.
¿Qué medidas aplicar para promover el balance iónico?
Es común emplear sales minerales tras una medición exhaustiva de todos los valores ambientales. La compensación iónica debe ser siempre objeto de escrutinio, mediante pruebas de campo.
Tras la obtención de data se puede proceder a la incorporación de minerales. Por ejemplo, cloruro de potasio, sulfato de potasio y magnesio, sulfato de magnesio o cloruro de magnesio.
Sin embargo, la determinación de las cantidades de estas sales necesarias para contrarrestar el desequilibrio iónico es imprecisa. Las concentraciones mínimas de los principales cationes (sodio, potasio, calcio y magnesio), requeridas para las funciones fisiológicas de cada cultivo, son estimadas.
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